7 pruebas: Benedicto fue obligado a renunciar

misaNuevas revelaciones sobre las amenazas contra Benedicto XVI para obligarlo a renunciar


  • A los cuatro años de su obligada renuncia es cada vez más evidente que el Papa Benedicto XVI renunció al ministerio de obispo de Roma y a los cargos administrativos del Papado, mientras declaró que él mantendría el "primado petrino", por lo que sigue llevando sobre sus hombros la carga y la vocación de ser el Vicario de Cristo
  • Una de las más agudas y encendidas discusiones entre destacados canonistas es la que se refiere a la invalidez de la renuncia del Papa Benedicto XVI, al haber sido amenazado de cisma, de muerte y de otras presiones internacionales
Quienes sostienen que la renuncia fue inválida argumentan que, si bien el Papa anunció que dejaba el papado libremente por no tener ya las fuerzas para enfrentar graves problemas de la Iglesia, su decisión no fue del todo libre, pues estuvo constreñida por dos amenazas: de muerte y de cisma. Esas coacciones, que vinieron a conocerse posteriormente, habrían hecho el acto de la renuncia jurídicamente nulo, por inexistencia, dado que la presión moral a que fue sometido invalidó ese acto.
El grupo de canonistas que sostiene la invalidez de la renuncia tienen hoy al menos seis elementos a su favor.
avennire
Primero, la publicación de L´Avennire, el periódico de los obispos italianos que, en su gaceta del 7 de enero de 2015 reveló que Benedicto XVI fue objeto de una traición y de una conjura, mediante las cuales lo coaccionaron a dimitir. En la página 2 del periódico, sección editorial a cargo del director Marco Tarquinio, se lee: "hubieron ambientes que por motivos de poder y hostigamiento, traicionaron y complotaron para eliminar al Papa Ratzinger, y lo obligaron a renunciar".
Segundo, la revelación del sacerdote jesuita Arnaldo Zenteno en el número 3 de su "Informe" sobre la sucesión, en donde afirma que, cuando el recién electo Francisco fue a Castel Gandolfo para visitar a Benedicto XVI, éste último le confió, en el almuerzo, cómo una de las causas que más influyeron en su renuncia fue constatar las amenazas que recibió, "pues ya se había tomado la decisión de matarlo".
papas
La amenaza de muerte fue filtrada al periódico "Il Fatto Quotidiano" por un personaje que se autodenominaba "el cuervo" y que la mayoría de los vaticanistas suponen que se trataba del cardenal Angelo Sodano, autor de todas las filtraciones del escándalo "Vatileaks" que llevaron a la publicación del libro "Sua Santità" escrito por Gianluigi Nuzzi.
Ese documento, que hasta ese momento era secreto y se encontraba en los apartamentos pontificios, contenía el testimonio del conocimiento que tuvo el arzobispo de Palermo, Paolo Romeo, de que existía un complot para asesinar al Papa dentro del término de un año. El documento se lo entregó al Papa el cardenal Darío Castrillón traducido al alemán.
Alarmado, el Papa instruyó una comisión de tres cardenales (Herranz, Tomko y De Giorgi) para que investigaran de dónde venía esa intimidación, y si podía ser real. Sin duda alguna, la amenaza llevó al Papa a imaginar el terremoto que su muerte podía ocasionar a la Iglesia, desatando una pugna infernal de influencias y maniobras turbias derivadas de los antagonismos internos de la curia de cara a la sucesión.
Después de seis meses de investigación, los cardenales le entregaron al Papa, el 17 de diciembre de 2012, un informe de 300 páginas. El resultado es que la amenaza era cierta y digna de tomarse en consideración, y antes de las Navidades el Papa tomó la decisión de renunciar. De esa decisión fueron testigos su hermano, el Padre George Ratzinger, y dos prelados cercanos al Papa, según lo declaró el cardenal de Barcelona Lluis Martínez Sistach. No por temor a la muerte, sino por el posible daño a la Iglesia, el Papa decidió que mejor era retirarse para desmontar las amenazas y adelantar una sucesión pacífica.
Tercero, la amenaza de cisma por la que un grupo de cardenales alemanes le hicieron saber que tenían una lista con firmas de sacerdotes, religiosos, obispos y cardenales modernistas prontos a constituir una nueva Iglesia separa de Roma si él no aceptaba sus exigencias, comenzando por retirar al secretario de Estado.
Hasta agosto de 2012, Benedicto XVI no pensaba en renunciar, con todo y que estaba siendo sometido a duros ataques por parte de la iglesia masónico liberal en connivencia con políticos de izquierda y de la prensa internacional.
Pero en septiembre de 2012 el Papa recibió una carta de Alemania que contenía amenazas de una rebelión en la Iglesia pretendiendo subvertir los sacramentos en contra de las enseñanzas de la Iglesia. A partir de que el Papa leyó esa misiva (también la leyó su secretario particular monseñor Gänswein) el Papa comenzó a hablar de su renuncia.
Cuarto, la declaración del cardenal Godfried Danneels en la que admitió haber formado parte de un "club mafia", un grupo de diez cardenales que complotaron para presionar a Benedicto XVI a renunciar y llevar al modernista Bergoglio al poder. A confesión de parte, relevo de pruebas.
Quinto, la presión en la que participaron la National Security Agency, John Podesta, Sandy Newman, Hillary Clinton y Joseph Biden para configurar una "primavera católica" y derrocar al "conservador" Papa Benedicto XVI y reemplazarlo por el jesuita Jorge Mario Bergoglio, todo esto denunciado por cuatro eminentes católicos al presidente Donald Trump en una carta.
Sexto, el bloqueo de las transacciones SWIFT al Banco Vaticano a partir de enero de 2013, por el cual ningún empleado de El Vaticano podía sacar su sueldo del cajero y se suspendieron todas las transacciones entre El Vaticano y cuaquier país del mundo. Durante esos mismos días lo intentaron envenenar, como el mismo Benedicto XVI relató posteriormente a Bergoglio en Castel Gandolfo.
Todas esas amenazas y presiones hicieron que la resolución de Benedicto XVI haya estado viciada in radice ("desde su raíz", no subsanable), ya que la violencia moral a la que fue sometido anuló canónicamente la validez del acto de su renuncia.
Pero hay todavía una prueba más contundente que las seis anteriores, y es el discurso de despedida que el mismo Papa Ratzinger pronunció ante la curia romana el 27 de febrero, un día antes de tomar el helicóptero para retirarse temporalmente a Castel Gandolfo.
En esa alocución se refirió a la invitación que recibió de Dios cuando fue electo sucesor de San Pedro el 19 de abril de 2005. En esa ocasión dijo (párrafo 23) que la vocación que recibió de Cristo es ad vitam (para toda la vida) y que, por ello, nunca podrá renunciar a ella (como siempre lo entendieron todos los Papas en la historia de la Iglesia): "El siempre es también un para siempre, no hay más un retorno a lo privado". "Mi decisión de renunciar al ejercicio activo de ministerio (no al espiritual) no revoca esto (el primado petrino)". 
despedida
Además, Benedicto estableció, ante los órganos jurídicos de la Iglesia, que él conservaría la sotana blanca, mantendría el apelativo "Su Santidad", conservaría las llaves de Pedro en su escudo, y seguiría siendo Papa, añadiendo simplemente el epíteto "emérito". Esto último es muy significativo pues, cuando el Papa Gregorio XII renunció, volvió a ser cardenal, y cuando el Papa Celestino V renunció, volvió a ser monje. No lo estableció así el Papa Benedicto XVI. Él estableció que seguiría siendo Papa, caso totalmente inédito en la historia de la Iglesia.
Ese discurso expresa claramente la convicción de que él seguiría siendo Vicario de Cristo y cabeza espiritual de la Iglesia, y de que solamente estaba renunciando a los cargos administrativos del papado. En su mente, una cosa es el ministerio del obispo de Roma, y otra cosa es el primado petrino, el cual es ad vitam y al que no se puede renunciarSic et simpliciter.
Si bien es cierto que el Papa declaró renunciar "libremente", el hecho es que en mayor o menor medida fue forzado por la presión de una acometida, por lo que su libertad, según la doctrina canónica, fue condicionada "in radice". Si bien el Papa tomó la decisión de renunciar de acuerdo a las facultades que le concede el Código de Derecho Canónico, la tomó bajo la coacción de una violencia moral, lo cual, según el No. 125 del mismo Código, invalida desde la raíz la decisión última y hace inválido el acto. Es como quien libremente decide casarse pero, si hay ocultos presión, miedo o engaño, el matrimonio es nulo por inexistencia, aunque se haya expresado públicamente un compromiso manifiestamente "libre".
Hay que reconocer que si bien la Iglesia ha considerado siempre una ley sagrada que la elección del Papa es ad vitam, es bueno que el Derecho Canónico contemple la posibilidad de la renuncia para casos de extrema gravedad, como puede ser el exilio, la persecución u otra causa grave. En este sentido, la renuncia prevista en el Canon 332 del C.D.C. es como una puerta de salida de emergencia, y es conveniente que exista, tanto así que le ayudó a Benedicto XVI a huir de la amenaza que se cernía sobre su persona y sobre la Iglesia, a pesar de que él era consciente, máxime con el ejemplo heroico de su antecesor, de que la elección papal es ad vitam y no es negociable, como tampoco pueden ser negociables sus cláusulas.
Además, hay un elemento adicional al de la presión, para afirmar que la renuncia de Benedicto XVI fue inválida, y es la evidencia de que en el decreto leído por el Papa el 11 de febrero de 2013 no existió renuncia legítima alguna debido a un error en latín.
En la Declaratio de la "renuncia" del Papa Benedicto XVI, tal y como fue oficialmente difundido por El Vaticano y publicado en L´Osservatore Romano, existe un solecismo muy evidente, es decir, un error sintáctico que consiste en poner de forma incorrecta los elementos de una frase.
En la parte medular de la renuncia se lee: "declaro me ministerio Episcopi Romae Successoris Sancti Petri, mihi per manus Cardinalium die 19 aprilis MMV commissum renuntiare" (en español: "yo declaro renunciar al ministerio de Obispo de Roma, sucesor de San Pedro, que me ha sido confiado por las manos de los cardenales el 19 de abril de 2005″). Esa frase es totalmente ininteligible, al contener un error gramatical, pues "commissum", que depende de "ministerio", es complemento del verbo renuntiare, por lo cual debería estar en dativo, en concordancia con él, es decir, debería decir commisso.
Ahora bien, en derecho canónico, todo escrito legislativo que contenga una falta de latín es nulo. Ya el Papa San Gregorio VII (cfr. Registrum 1.33) declaró nulo un privilegio acordado a un monasterio por su predecesor Alejandro II, "en razón de la corrupción de la latinidad".
Otro ejemplo. En la epístola decretal Ad audientiam, del Papa Lucius III, que se encuentra en el cuerpo del derecho canónico (cfr. Epístolas decretales de Gregorio IX, de Rescriptis, c. XI) se establece que "la falsa latinidad invalida un rescrito papal". En ese decreto, el Papa prohibió dar crédito a cualquier documento pontificio "si contiene una falta de construcción evidente". La glosa (en el texto oficial publicado por orden del Papa Gregorio XIII, en 1582) explica porqué un decreto papal "no debe contener ninguna falta", y porqué cualquier error de latín constituye tal presunción de nulidad "que ninguna prueba en sentido contrario puede ser admitida". Si bien algunos canonistas modernos opinan que los códigos de 1917 y 1983 derogaron en automático todas las normas anteriores, el cuidado que el Consejo Pontificio para la Interpretación de los Textos Pontificios sigue poniendo en la materia, hace dudar de  dicha opinión.
Afirmar que un decreto es nulo no significa que necesariamente se trate de un documento falso. Pero si revela un error que puede ser manifiesto o subrepticio, es decir el Papa Benedicto XVI pudo haberlo redactado con descuido, o cubriendo un verdadero mensaje oculto al haber sido la renuncia realizada bajo presión. Lo primero resulta bastante inverosímil, pues es de suponer que un texto tan importante fue revisado por el Papa no una sino varias veces.
En conclusión, no parece que el error de latín cometido por Benedicto XVI haya sido una indolencia, sino un propósito intencional, lo cual nos estaría hablando no solo de la nulidad absoluta del decreto pontificio, lo cual es un hecho, sino también de la presión por la que fue motivado, y de lo que proclamaría posteriormente al despedirse el 28 de febrero: la vocación que recibió de Cristo al primado petrino, a ser su Vicario en la tierra, es simplemente irrenunciable "El siempre es también un para siempre, no hay más un retorno a lo privado".